La distancia.

A veces las personas que más quieres por necesidad, tienen que distanciarse, tienen que irse.

A veces la distancia es dura.

A veces llega acompañada de un jarro de agua fría que se cala en tus huesos, otras veces viene acompañada de tímidas palabras que somos incapaces de pronunciar.

No pronunciamos esas tímidas palabras por el dolor que pueden causar para ambos.

 Hasta que llega el día. La distancia hace acto de presencia, se viste elegante y, sin decirnos nada, nos obliga a romper ese vínculo, esa cercanía absolutamente perfecta

Pero… aunque la distancia haya ganado, sabemos que no es del todo cierto.

Recibes una llamada a las tantas de la madrugada.

Descuelgas. Una voz te susurra: “Para lo que necesites aquí estoy”

Le respondes: lo sé.

Cuelga, comunica…

Por ese motivo, la distancia no ha ganado, ha perdido sin ella saberlo.